domingo, 1 de enero de 2017

Meditaciones sobre la totalización en la física y la metafísica


La condición de objetividad es la impresión de una categoría o forma a priori a una percepción sensible. Esta misma condición está presente en todo conocimiento y se encuentra en la relación objeto-sujeto cognoscente. 
La metafísica es imposible como conocimiento científico, pero sólo como conocimiento científico (porque viola la condición de posibilidad de conocimiento acerca del uso de las categorías del juicio determinadas por la lógica formal sobre las percepciones sensibles). Sin embargo pueden existir otras rutas no científicas o cognoscitivas que nos lleven a lo que plantea la metafísica, el ser en sí, removido de la relación de conocimiento objeto-sujeto cognoscente. En otras palabras los científicos no pueden sentirse autorizados para refutar la metafísica, sino solamente todo conocimiento científico que se base en lo suprasensible. 


¿Entonces hasta qué punto la actitud de un ateo es sensata? dado que La Crítica de la Razón pura muestra que la metafísica que por otras vías se haga no puede ser refutada por la ciencia, o por la razón raciocinante, dado que cualquier refutación violaría las condiciones de conocimiento, además de carecer de experiencia sensible en donde aplicar dichas categorías. Entonces cualquier negación explícita de la metafísica yace fuera de la ciencia. 

Sin embargo los ateos usan la ciencia para refutar a la metafísica, cuando esto es una tarea fuera de su alcance, su visión es generalmente totalizante, al igual que la de un religioso fundamentalista. ¿No es más sensata la postura agnóstica? ¿O es que los ateos optan, impulsados por el pragmatismo y cierto positivismo, por generalizar el conocimiento científico a toda la actividad posible de la consciencia humana, sin tomar en cuenta el riesgo que esto implica? La metafísica comprende el estudio de aquello que es en sí mismo. Lo que no puede ser accedido por una relación de conocimiento, lo que elude a las categorías lógicas aplicadas a la experiencia sensible, la objetividad. Es decir, comprende todo lo que subyace aquello que llamamos real (siendo lo real cualquier cosa capaz de ser sujeto de juicios o afirmaciones): dios, el universo como totalidad existente, el alma, la libertad y la voluntad.





En todo caso no se trata de usar la metafísica para explicar la totalidad del mundo (siendo religiosos fundamentalistas), sino de considerarla como un subconjunto de la complejidad humana (en todas sus dimensiones), al igual que la ciencia. El riesgo de reducir toda la experiencia humana al conocimiento científico es inconmensurable. Ya tenemos pruebas en el reduccionismo sociológico y el positivismo.


Reflexionemos, tanto la ciencia como la religión en ocasiones tienden a ser totalizantes: La ciencia lo fue en el positivismo hasta que se topó con la teoría del caos, y el universo probabilístico de la física cuántica, y la religión en el fundamentalismo, que no pudo dar cuenta sobre la diversidad de rituales en el mundo ¿Cuál es el verdadero dios? ¿Por qué no aceptar un punto medio y reconciliar la riqueza de ambos dominios para el bien del ser humano? Después de todo hay metafísica allende la religión, en los misterios más intrigantes de la humanidad: la experiencia consciente, la voluntad, el amor...


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La totalización es una tentación por llegar a las grandes síntesis universales, esas ilusiones que pretenden erradicar el misterio, y dar descanso a la razón a partir de la necesidad de lo incondicionado (v.g. el origen último de las causas y efectos: la búsqueda de un objeto que cause pero que no sea causado).

Hay más que metafísica, hay más que ciencia... Más allá de lo posible. Pensemos en la posibilidad.

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