Si a la verdad se le encuentra sabor, entonces no lo es. Por lo menos no en un sentido absoluto. Y digo, ¿Qué es la vida sin sabor?, ¿acaso podemos evadir la relatividad de los sentidos?, el "noúmeno" como diría Immanuel Kant es el agua de la cuál nunca bebemos y llamamos inodora, incolora y sin sabor.
Por ello me dedicaré a continuación en un pequeño escrito a hablar un poco acerca de los sueños, que al parecer son aguas agitadas que aún no podemos discernir totalmente. Más que un pensamiento abstracto, es una imagen mental:
La vida es una galería de sueños. La visitamos de manera muy frecuente, postrados en la calma más tersa que podamos imaginar, admiramos obras de un artista anónimo, sin embargo identificamos grandes momentos, encontramos en su arte la universalidad y el infinito del subconsciente. Y si en algún momento le preguntan al curador, de donde provienen, pues te dirá que ignora su "destino".
Esta reflexión me lleva a la Galería de grabados de M. C. Escher, artista y compañero de mis horas ausentes. Los sueños son un mundo recursivo lleno de paradojas que tal vez no recordamos. Imágenes virtuales que se entremezclan en una galería que se autocontiene, admiradores hiperpresentes y cuadros simbólicos imbuidos de nostalgia.
Cuando el curador habla acerca del "destino" de las obras de arte, se refiere a la incertidumbre que como humanos estamos condenados a soportar. Por más que dediquemos años al conocimiento, siempre permanecerá oculta la inspiración de ese artista inconsciente. Por el contrario, podemos afirmar que existe tal persona porque de ella emanan las pasiones humanas, y sabemos que en realidad se trata de un artista autocontenido en nuestra psique que se expresa a través de los sueños, con más precisión: "sueños que no duermen".